Cebollas brasileñas y tomates paraguayos. Dos producciones que tradicionalmente se obtienen en los cordones hortícolas de los grandes centros urbanos, ahora vienen de afuera. Así es cómo impacta el modelo liberal desregulador de la economía en las verdulerías, primero, y las mesas, después. La Argentina de la libertad que destruye la agricultura familiar.
“Como mujeres productoras estamos desamparadas”, describe Carolina Rodríguez de la organización Mujeres de la Tierra, al cumplirse diez años de la sanción de la Ley 27.118 (Reparación histórica de la Agricultura familiar para la construcción de una nueva ruralidad en la Argentina), una norma que “hoy está vacía”.
Rodríguez hace una radiografía de la situación que vive el campo que alimenta: “Somos quienes le damos alimento al pueblo y lamentablemente estamos trabajando en el campo con muchas necesidades. El alquiler de la tierra y la luz que pagamos es muy cara, para poder producir tenemos que tener un millón de pesos y además mantener a nuestra familia. Necesitamos que el Gobierno piense que si seguimos así vamos a perder todo el cordón hortícola de La Plata”.
El desprecio estatal por las familias productoras ha llevado también a la reconversión laboral. “Hay compañeras que eran productoras y dueñas de su propio tiempo, y hoy son empleadas, tuvieron que dejar a sus hijos al cuidado de otras personas y hacer otro trabajo porque no pueden mantener su producción”, dice la referenta campesina.
Al menos seis de cada diez alimentos que consumen los hogares argentinos llegan desde el campo, provenientes de las fincas donde familias productoras cuidan la tierra, siembran, cosechan y crian animales. En el contexto liberal, la apertura de importaciones de alimentos frescos y la disminución de los impuestos para los grandes capitales provocan la concentración en la tenencia y distribución de la tierra y, en consecuencia, pone en riesgo la seguridad alimentaria de gran parte de la población.
Romina Padilla, pequeña productora y referenta del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) – Rama Rural asegura que la situación del cinturón hortícola platense es crítica: “Nos parece una locura que dentro de un país donde nosotros generamos una gran cantidad del alimento que muchos de ustedes consumen, ingrese cebolla de Brasil teniendo un montón de familias que producen cebolla. También está entrando desde Paraguay la importación de tomate, siendo que en Río Negro y en el AMBA se produce tomate”. ¿La consecuencia? “Muchos productores tienen que guardar o tirar el alimento, porque al tener insumos dolarizados los costos de los alimentos se encarecen y no pueden competir”.
“Nosotros le damos a la población productos sanos, libres de agrotóxicos y a precios populares, pero hoy todo eso está en peligro porque estamos atravesando desalojos, nos invaden los negocios inmobiliarios y de la megaminería que se llevan nuestros recursos naturales”, reflexiona Esperanza Pereyra del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI).
Sobre la responsabilidad de la gestión de Javier Milei: “Este Gobierno está atacando varios institutos con los que trabajamos, como el Instituto Nacional de Agricultura Familiar Campesina Indígena y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, que nos acercaba derechos que conseguimos luchando”.
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