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Por Alejandro Gaggero y Gustavo García Zannotti (*)

«El zorro al cuidado del gallinero.» El gobierno de Javier Milei parece inspirarse en esa fábula al designar a Florencia Misrahi como administradora de la AFIP. Misrahi no cuenta con experiencia en la administración pública, pero sí con una larga trayectoria en el sector privado asesorando a grandes empresas en el armado de esquemas de planificación fiscal para minimizar el pago de impuestos.

En su perfil de la red social LinkedinMisrahi declara ser “especialista en planificación fiscal regional y estructuras de financiación con especial atención a las materias primas. Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia y Paraguay, especialista en Precios de Transferencia; asesoramiento legal y fiscal relacionado con transacciones comerciales transfronterizas y nacionales”. Hasta su nombramiento, se desempeñó en el estudio contable Lisicki y Litvin y, antes de eso, trabajó durante 15 años en Cargill, una de las principales exportadoras de granos y derivados del país, que fue objeto de distintos procesos judiciales por maniobras de manipulación en sus exportaciones, iniciados justamente por la propia AFIP.

El nombramiento marca un giro de 180 grados en la orientación de la política tributaria. En los últimos años la entidad recaudatoria realizó avances en la fiscalización de la manipulación de precios de transferencia que hacen las grandes empresas exportadoras, mientras que la actual gestión decidió nombrar como jefa del organismo a una profesional destacada, pero en el asesoramiento a las grandes empresas de cómo minimizar el pago de impuestos. 

Es un giro previsible, teniendo en cuenta el particular marco teórico del actual presidente. “El Estado es una organización criminal violenta que vive de una fuente coactiva de ingresos llamada impuestos y, por lo tanto, los impuestos son un robo. Con cualquier iniciativa que conste en bajar impuestos, yo voy a estar de acuerdo”, señaló hace poco en una discusión parlamentaria. Las propuestas de campaña y las primeras medidas de la nueva gestión muestran que su política fiscal estará orientada a reducir tributos, pero no los que pagan los sectores de menores ingresos, y que hacen que nuestro sistema impositivo sea regresivo, sino los que gravan a las empresas y personas más ricas.

¿Qué es la planificación fiscal y los precios de transferencia?

Las grandes empresas internacionalizadas, con estrategias financieras y productivas sofisticadas, organizan sus operaciones para minimizar el pago de impuestos. La planificación fiscal permite trasladar el valor generado en diferentes países a aquellos con cargas tributarias más bajas.

El traslado de ganancias se lleva a cabo a través de la creación de filiales en países de baja o nula tributación. Estas tienen la característica de no poseer empleados ni capital fijo (léase maquinaria, equipos, propiedades, infraestructura), y por lo tanto, se las suelen denominar como “empresas cáscara”, ya que están vacías por dentro dado que no desarrollan ninguna función productiva. El traslado de ganancias conforma una estrategia de planificación fiscal para que las empresas tipo «cáscara» sean las que detenten la ganancia de la multinacional y no abonen impuestos en consecuencia.

Las empresas tipo «cáscara» no producen ni crean valor, pero aún así pueden contabilizar ganancias por millones. Esta práctica se compara a un acto de magia fiscal/contable en el que las ganancias de la empresa que opera productivamente en países con tasas impositivas normales (como es el caso de la Argentina) desaparecen ante los ojos del fisco, para aparecer repentinamente en los libros contables en un país de baja o nula tributación.

Estas prácticas son posibles gracias a las transacciones intra-firma que desarrollan las multinacionales. Dichas transacciones se llevan a cabo entre empresas del mismo grupo cuando, por una parte, nos encontramos con una filial con actividad productiva, que verdaderamente produce y agrega valor, y, por otro, se encuentra una filial tipo «cáscara» radicada en un país de baja o nula tributación. Un ejemplo concreto es la venta de soja y derivados por parte de Cargill Argentina a una filial de Cargill en un país de baja tributación. Cargill se vende a sí misma, se presta a sí misma, participando en una serie de transacciones intrafirma que ilustran la complejidad de estas prácticas.

Estas transacciones intra-firma se desarrollan de manera tal que la empresa productiva del mismo grupo sea la perjudicada, mientras que la empresa tipo «cáscara», sea la beneficiada. Es un juego de suma cero: unos ganan cuando otros pierden. Aunque desde ya no se trata de ninguna casualidad cuando la parte perdedora se constituye en la que abona los mayores impuestos.

El currículum de Cargill en Uruguay 

Las grandes empresas del sector del agronegocio en la región han estructurado sus negocios en Uruguay. Un emplazamiento con normas fiscales y cambiarias muy laxas. Existen dos regímenes tributarios especiales en Uruguay que pueden ser utilizados únicamente por empresas tipo «cáscara». Por un lado, encontramos las zonas francas. Se trata de un espacio geográfico dentro del territorio uruguayo, donde no se abona ningún tipo de impuestos. Por otro lado, podemos destacar el régimen para empresas intermediarias por el cual se abona una alícuota cercana al 0,75 por ciento de impuestos a la renta/ganancias, mientras que la tasa estándar en Uruguay es del 25 por ciento (cuando en la Argentina es del 35 por ciento).

Por razones fiscales, muchas multinacionales establecen filiales en Uruguay. Es allí donde Cargill posee algunas empresas tipo «cáscara» que permiten captar ganancias de empresas productivas en la región. Por ello, pudimos acceder a los balances contables de estas firmas tipo «cáscara» para conocer sus estrategias fiscales.

En el caso de Cargill, las mencionadas filiales uruguayas facturan por 14 mil millones de dólares a partir del comercio intra-firma, lo que representa el 10 por ciento de la producción mundial de la multinacional. A su vez, las filiales detentaron ganancias crecientes a partir del aumento de los precios de los commodities. Por ejemplo, en el año 2020, amasaron una ganancia de 1.875 millones de dólares, lo que representó el 60 por ciento de la ganancia mundial de la multinacional. 

Por otro lado, dado que las empresas tipo «cáscara» no poseen capital fijo, sino más bien desarrollan únicamente inversiones en activos financieros, a partir de financiación de corto plazo en forma intra-firma (es decir, se prestan a sí misma). Es por ello que la empresa productiva de la multinacional a la que hacíamos referencia con anterioridad se ve doblemente perjudicada en términos de recursos: por un lado, dispone de menos ganancias para apalancar sus inversiones dado que trasladó parte de las mismas a territorios extraterritoriales, y por otro, el financiamiento de la multinacional privilegia inversiones financieras de las empresas tipo «cáscara» por sobre las productivas.

Las filiales de Cargill en Uruguay adquirieron deudas financieras por 10 mil millones de dólares en el último año a partir de líneas de crédito intra-firma destinadas a la compra de activos financieros atados al movimiento de los precios de los commodities. Dado que estos aumentaron súbitamente de precio en los últimos años, las ganancias financieras fueron significativas. A pesar de que países como Argentina enfrentan dificultades para obtener financiamiento externo, estas empresas sin capital fijo pueden endeudarse en gran medida.

(*) Alejandro Gaggero es investigador del Conicet en temas de sociología económica y economía política, da clases en distintas universidades nacionales y es director de la carrera de sociología de la UNSAM. Gustavo García Zanotti es licenciado en Economía, profesor universitario en la Universidad Nacional de Rosario e investigador del CONICET. Ambos publicaron el informe “Cruzar fronteras para cosechar ganancias”.

https://agenciatierraviva.com.ar/el-modelo-de-manipulacion-financiera-de-las-cerealeras-al-mando-de-la-afip/