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Dos caras de la misma moneda: fuerzas federales y armadas para controlar la población y extranjerización del Paraná para garantizar el saqueo de las riquezas argentinas a través del manejo de los puertos. Lo que se anunció hace dos años en Paraguay hoy se completa en la Argentina del señor Milei y su ministro Caputo que exhibe, sin pudor, la bandera del imperio en su solapa.

https://pelotadetrapo.org.ar/la-fragilidad-de-la-democracia/

Por Carlos del Frade

(APe).- El dolor causado por los asesinatos de las bandas narcopoliciales barriales rosarinas fue la excusa perfecta para retroceder cuarenta años.

En breve, el Congreso de la Nación debatirá la modificación de la ley de seguridad interna que prohibía expresamente la participación de las fuerzas armadas en conflictos internos.

Fue una de las leyes fundantes de la democracia recuperada en 1983.

Con 11 desembarcos casi consecutivos de efectivos de fuerzas federales en Rosario en los últimos diez años, la población de la ex ciudad obrera e industrial solamente piensa en el Ejército como sinónimo de recuperación de algo de la tranquilidad que ya no está, como tampoco está el empleo en blanco y la movilidad social, fagocitados por el saqueo económico y cultural que convirtió al segundo cordón industrial más importante de América Latina después de San Pablo en el ex cordón industrial del Gran Rosario. No hubo explicaciones para eso pero si surgieron dos de los grandes negocios del capitalismo de los últimos setenta años: armas y drogas.

Hasta los gobernadores hablan de soberanía para justificar el reclamo de la participación de las fuerzas armadas en conflictos internos.

La misma palabra que nunca pronunciaron ante la extranjerización de la pesca, el litio, los minerales, el petróleo, el gas, el agua, la soja, el trigo, la carne y los bosques. Ahora hablan de soberanía. Ahora que Estados Unidos está a punto de marcar Rosario en su mapa de ciudades que aplicarán la receta de combate contra el narcoterrorismo, la doctrina de seguridad continental. En los hechos control social y represión contra las protestas sociales y las pibadas del continente mientras las burguesías multiplican sus ganancias a través del narcotráfico, el lavado de dinero, la financiarización de la economía, el contrabando de lo que sea y el manejo de los puertos del río número 14 del mundo, la principal vía de negocios legales e ilegales de Sudamérica, el querido y estragado Paraná.

Dos caras de la misma moneda: fuerzas federales y armadas para controlar la población y extranjerización del Paraná para garantizar el saqueo de las riquezas argentinas a través del manejo de los puertos. Lo que se anunció hace dos años en Paraguay hoy se completa en la Argentina del señor Milei y su ministro Caputo que exhibe, sin pudor, la bandera del imperio en su solapa.

Es una bisagra histórica, no solamente en historia rosarina, sino en la historia argentina.

Un retroceso de la democracia en su conjunto, un nuevo descenso en la intensidad de la propia democracia de cuarenta años.

El plan real es el del imperio y la excusa del combate al narcoterrorismo servirá para poner en segundo o tercer plano la entrega más abyecta de la evolución colectiva del pueblo argentino.

Los gobiernos provinciales hasta prometen enviar efectivos de sus propios subestados nacionales e incluso helicópteros para ayudar a la ex ciudad obrera.

Es un momento de profunda debilidad de la democracia argentina.

Una debilidad explícita y atormentada por la permanente construcción de miedo como verdadero disciplinador social e individual.

En algunos medios de comunicación quieren establecer comparaciones entre Los Monos y las maras de El Salvador o preguntan si la familia Cantero maneja las exportaciones del Paraná. El país unitario se expresa en la ignorancia de estas asociaciones. El drama rosarino estriba en que los últimos eslabones en la cadena de la comercialización de este negocio multinacional y paraestatal como es el narcotráfico y tal como son estas 47 bandas narcopoliciales barriales, que su permanente conflicto por el dominio del territorio no puede ser controlado por las autoridades provinciales por varios motivos.

Pero los que mueven millones de dólares no están en las playas de estacionamientos ni en las calles donde la sangre de jóvenes trabajadores se mostró con impunidad. Son los integrantes de las grandes burguesías provinciales, nacionales y regionales las que no paran de hacer caja con la brutalidad y cobardía de estas bandas.

Ahora la democracia argentina está en el momento de mayor debilidad.

Una vez más se pide la presencia de las fuerzas armadas en las calles de una de las ciudades más bellas y luchadoras del planeta.

Una especie de regreso del año 1975.

El viejo y siempre vigente plan del imperio. Control social, represión a la juventud y extranjerización de riquezas.

Sin embargo la historia siempre está abierta…siempre.