Agencia Pelota de Trapo.- Hay una divisoria de aguas entre las izquierdas fundantes y las derechas permanentes. Las derechas, más o menos maquilladas con más o menos retórica posmo y progre, no superan el corralito de los efectos. Las izquierdas intentan, y a veces lo logran, analizar las multicausalidades. Que se expresan en registros individuales, vinculares, grupales y sociales. Las derechas con el maquillaje de las democracias representativas pueden incluso deplorar al nazismo. Pero apenas se detienen a pensar las condiciones subjetivas y objetivas para el surgimiento de políticas reaccionarias. En otros términos: a coro maldicen la yerba mala, pero crean todas las condiciones para que nunca muera.
La familia en su versión más aceptada -origen sagrado, con mandatos reproductivos, heteronormativos y monogámicos- es territorio apto para el crecimiento de todo tipo de yerba mala. La suma de sexualidad reprimida más sexualidad represora es letal. A pesar de todos los intentos, algunos necesarios y otros útiles, la familia sigue siendo el cementerio de los deseos.
Los tabúes, los secretos familiares, el listado de los “de esto no se habla”, los mitos encubridores, la práctica sistemática del silencio como si fuera salud, son evidencias de que el abuso de los mandatos termina sepultando el uso de los deseos.
Hace décadas leí una nota sobre un informe del Banco Mundial donde señalaba que el lugar más peligroso para una mujer y para los niños era el hogar familiar. Pero nunca presentó un proyecto de ley para abolir el matrimonio y para establecer la crianza comunitaria. La propiedad privada de mujeres, niñas y niños tiene la marca subjetiva del patriarcado y la marca objetiva del modo de producción capitalista. La familia que genera y sostiene variados tipos de abuso, y desde ya abusos sexuales, no es cuestionada en su fundante. Y además se prolonga en otras sucursales de la familia, como las escuelas, las comunidades religiosas, los centros deportivos.
La mentada deconstrucción de las masculinidades empieza tarde. Porque no incluye la deconstrucción de las familias recicladores de las lógicas reaccionarias. Mantener todo tipo de abusos en la familia es lo que se prolonga en todo tipo de abusos políticos en el adulto. La deconstrucción, que es una palabra que encubre lo revolucionario que necesitamos, debería ser de los vínculos familiares.
En las marcas iniciales donde las masculinidades y femineidades formalizan pactos perversos, a veces inconscientes, pero no siempre. Una de las denominaciones de ese pacto perverso es “sociedad conyugal”.
La familia como mandato será subvertido por las familiaridades por deseo. Una noticia buena y mala al mismo tiempo. De nosotras y nosotros depende. Y estamos formateados para sostener diferentes formas de suicidio por goteo o por derrame. Una pedagogía para sostener y amplificar la dignidad de la vida sólo es posible cuando no predicamos, pero sí intentamos que los mejores ejemplos se multipliquen.
Insisto: de nosotras y nosotros depende.
Y creo que sólo debería ser una buena noticia.
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